Por Miguel Pérez, presidente del Instituto de la Construcción
Sabido es que la construcción en Chile se encuentra ante un gran desafío: adoptar nuevas formas de trabajar, incorporando tecnología e innovación y promoviendo un cambio cultural y formativo en todas las capas de un sector tradicional, cuyas formas de operar se han mantenido por décadas. Más aún si se considera el escenario actual, con escasez de recursos naturales y una emergencia climática, donde el mandato es generar una industria mucho más limpia y sustentable.
Uno de los pilares relevantes en la modernización de la construcción a nivel mundial es, sin duda, la industrialización de muchas de las partes involucradas en un proceso de construcción. Lo anterior tiene un sin número de efectos positivos que se traducen en calidad, trazabilidad y -fundamentalmente- productividad.
También se debe destacar que al incrementar la industrialización muchas de las externalidades o impactos negativos que se producen en el periodo de construcción disminuyen sustancialmente, como por ejemplo, la cantidad de residuos, ruido, polución y plazos de ejecución, aspectos que afectan directamente al entorno del lugar donde se levanta algún proyecto de construcción.
Es muy difícil que algún actor en particular pueda hacer efectivamente un cambio significativo de modernización de la industria de la construcción; tal vez puedan resultar situaciones puntuales exitosas. Para que efectivamente exista un cambio de tendencia importante en el sector, deben participar comprometida articulada y coordinadamente todos los actores de esta industria. Con todos me refiero al menos a representantes del sector público, privado y la academia.
Sin lugar a dudas, el programa Construye2025 es un esfuerzo pionero en materia de modernización de esta industria. Apunta a aspectos relevantes para mejorar la Productividad y Sostenibilidad del sector, también se basa en la participación de prácticamente todo el espectro de los actores involucrado en estas materias.
Creo que esta iniciativa debe continuar, sobrepasando la meta temporal del año 2025, lo que requerirá reunir más recursos con el propósito de dotar de mayor influencia al programa, para así acelerar la innovación y que, desde esta plataforma, surjan entre otros avances políticas públicas consensuadas con el objetivo de aportar efectivamente a la productividad y sostenibilidad de un sector que es clave para el desarrollo del país. Esto, sin duda, se traducirá en un aporte relevante para mejorar la calidad de vida de los habitantes de nuestro país.