Por Francisca Pedrasa, presidenta de la Asociación de Ingenieros Civiles Estructurales (AICE).
Ya han pasado 14 años desde el 27F, evento en el que como gremio una vez más vimos nuestros diseños estructurales puestos a prueba, debido a una de las amenazas de la naturaleza preponderante en el diseño estructural en Chile, el sismo.
Es así como pudimos apreciar, gracias al compromiso inequívoco de las y los ingenieros frente a la importancia de un evento de esta magnitud, cómo nos pusimos en marcha, trabajando en terreno, apoyando a las autoridades y de la misma manera, analizando y revisando cómo podíamos mejorar nuestras normativas para evitar, aunque el porcentaje fuese menor, el impacto en cada estructura frente a un fenómeno como el sismo.
Fue un trabajo intenso que dio como respuesta a un año del 27F los decretos supremos D.S. N° 117 y 118, que generaron una mejora en la seguridad y funcionamiento de nuestras estructuras, a través de nuestros requerimientos normativos. Sin embargo, estos procesos tienen siempre una segunda mirada de calibración y realidad y con las aguas más tranquilas, a fines del 2011 se efectuaron correcciones derogando estos decretos y generando los decretos, hoy en uso, D.S. 60 y 61, que complementan o reemplazan las normas NCh 433 y NCh430 respectivamente. Estos incorporaron el concepto de confinamiento en las puntas de muros, que producto de las experiencias vividas en eventos sísmicos anteriores y la realidad del estado del arte del momento de la eventos (año 1985, sismo Valparaíso, no existía una edificación masiva en altura y poca esbeltez de muros) nos hizo visible la importancia de este requerimiento, así como fue evidente para el sismo del 27F a las edificaciones existentes.
Es muy tranquilizador saber que los ingenieros civiles estructurales chilenos cuentan con los conocimientos y las capacidades, no sólo en el desarrollo de su profesión, sino que, además, enfrentamos eventos como el 27F, realizamos análisis y actualizaciones normativas y estamos a la vanguardia mundial respecto al desarrollo de la profesión. Es así como el concepto del diseño por desempeño, la actualización de la norma sísmica de estructuras industriales, entre muchos otros, son desafíos que siguen en curso por parte de los profesionales de nuestro gremio.
Estos años, a través del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, el Ministerio de Obras Públicas, el Instituto Nacional de Normalización, el Instituto de la Construcción y la Asociación de Ingenieros Civiles Estructurales, entre otros, el país ha continuado generando normativa que ha mejorado la estandarización y asegurando el comportamiento para elementos estructurales que han incrementado su visibilidad en la última década, como son los prefabricados, materiales como madera y los requerimientos para la industrialización de la construcción, así como el uso de los residuos de la construcción, que es parte del hoy respecto a sustentabilidad y el cambio climático.
Como gremio, estamos despertando a una realidad diversa, donde somos uno más de los actores relevantes, pero debemos ser capaces de sumarnos a la inmensa variabilidad existente en nuestros proyectos.
Desde 2010 a la fecha, el cambio climático se ha agudizado y nos ha enfrentado a nuevos y mayores desafíos, nuestras estructuras son parte de un conjunto de proyectos que acompañan a una ciudad y sus habitantes y las amenazas de la naturaleza son cada día más inclementes. En estas nuevas crisis es donde vemos cómo debemos continuar aportando, incorporando a nuestras normativas requerimientos que antes no eran parte del diseño estructural, como son el transitar en requerimiento de proyecto a requerimientos de barrios y éste a urbanización y, posteriormente, a una comuna y a la ciudad.
Estas son conversaciones que ya están transitando en nuestros especialistas y posiblemente veamos cómo en los años venideros habrá requerimientos normativos. Así como está la colindancia entre estructuras para evitar el choque de edificios en un sismo, se incorporará el concepto de distanciamiento a bosques o franja de seguridad incluidas en los drenes de evacuación de aguas lluvias y la definición, además de los ya requeridos estanques de agua de reserva, se exigirá también estanques de mitigación de incendios.
La resiliencia de nuestros proyectos está unida a la resiliencia de la ciudad, ya que probablemente la condición directa que más afecte a la mayor cantidad de estructuras en Chile es el sismo, pero esto no asegura que las amenazas de la naturaleza detengan su efecto frente a eventos de gran magnitud que correlacionan los proyectos y la ciudad, inundaciones, incendios, entre otros.
Esto nos presenta un desafío como profesionales y como gremio, que implica hacernos parte de los equipos y aportar todas nuestras capacidades por el bien de un proyecto y sus habitantes.
Fuente: AICE
Hacer un levantamiento y análisis comparativo de los códigos de construcción que regulan la construcción en los países de América Latina y el Caribe para identificar avances y carencias normativas, proponer mejores prácticas, mejorar la institucionalidad de los países, y visualizar oportunidades de cooperación y colaboración es el principal objetivo de la consultoría que está desarrollando el Instituto de la Construcción (IC) para el Banco Interamericano de Desarrollo – BID.
Francisca Pedrasa, jefe de proyecto del Instituto de la Construcción, señala que el trabajo consiste en analizar las constituciones, leyes, reglamentos, decretos y normas técnicas que regulan la construcción en los 26 países prestatarios del BID, en materias de riesgo de desastres y cambio climático, específicamente sobre sismos, vientos, inundaciones y sustentabilidad.
“De esta manera, el BID tendrá una visión actualizada del estado de los códigos de construcción, con un análisis comparativo que permitirá identificar mejores prácticas, institucionalidad de los países, carencias normativas, oportunidades, etc., todo ello para poder visualizar con cierto detalle el estado de la normativa en los países ante el riesgo de desastres naturales y el cambio climático, y ver eventuales posibilidades de colaboración y cooperación”, señala Francisca.
El proyecto, denominado “Revisión Regional de los Códigos de Construcción en Materia de Resiliencia: Análisis de Códigos, su Implementación y Propuesta de Fortalecimiento” tiene plazos acotados y se espera poder terminarlo a fines de este año.
“Nos interesa poder apoyar al BID en nuevos proyectos y dar una mirada a sus necesidades futuras con confianza y calidad del trabajo realizado. Y en este sentido, los desafíos han sido lograr generar un equipo de alto rendimiento en un muy corto plazo, con externos y consultorías que nos permitan dar un resultado óptimo en cada etapa”, agrega la jefe de Proyecto.
Con este trabajo, también se espera identificar oportunidades para fortalecer el trabajo de la Comisión Permanente del Código Modelo Sísmico para América Latina y El Caribe -instancia de la cual el Instituto es la Secretaría General- y así poder visualizar nuevos temas de colaboración y apoyo.
“Creemos que es un trabajo sumamente interesante y valioso, que abre muchos temas, en una línea de trabajo que es uno de los ejes estratégicos del Instituto. Y sin duda, aportar a los desafíos y requerimientos del BID, es siempre un beneficio para todos”, añade José Pedro Campos, director ejecutivo del IC.
Fuente: IC
Por Luis F. Alarcón, director del Centro de Excelencia en Gestión de Producción de la Universidad Católica de Chile y miembro del Consejo Directivo de Construye2025
Las tres dimensiones sociales sustantivas del desarrollo sostenible -reducción de la pobreza, inversión social y comunidades seguras y solidarias- no son nuevos objetivos sociales, pero hoy están más vigentes que nunca en el contexto político y social de nuestro país. Para alcanzar un desarrollo sostenible en proyectos de ingeniería, y particularmente en proyectos de infraestructura y sistemas productivos, es necesario desarrollar estrategias que aseguren que los proyectos y sus procesos estén de acuerdo con las necesidades sociales y ambientales, y permitan una actividad económica sostenible en el tiempo.
Hoy debemos hacernos cargo de una revolución de la industria impulsada por cambios tecnológicos transformadores, lo que ha llevado a cambios fundamentales en la forma en que funcionan las industrias. Se habla hoy de la transformación digital asociada a la denominada Industria 4.0, o Construcción 4.0 cuando se asocia a nuestra industria. Esta transformación trae consigo cambios que tienen consecuencias económicas y sociales, algunas de ellas son intencionadas y deseables y otras indeseables.
Como muchas transformaciones anteriores, la transformación digital en la construcción está impulsada por la tecnología y hoy hablamos de BIM, Digital Twins, la información en la nube, aprendizaje de máquina, automatización e industrialización y otras tecnologías que prometen resultados asombrosos. Sin embargo, también corremos el riesgo de no llegar a buen puerto si olvidamos a las personas y la filosofía de gestión que debe inspirar las transformaciones deseadas y evitar las consecuencias no deseadas. Por eso es que ha surgido una corriente, denominada Industria 5.0, que busca reorientar las transformaciones que queremos impulsar en nuestra industria, poniendo a las personas en el foco de las transformaciones. Esto significa poner al frente de las transformaciones las necesidades sociales esenciales, el valor y la responsabilidad como últimos objetivos. Sin lugar a dudas, para alcanzar estos objetivos se requiere de tecnologías y soluciones centradas en el ser humano, la sostenibilidad y la resiliencia.
En la actualidad muchos proyectos de ingeniería enfrentan una fragilidad en la forma como se vinculan con los actores sociales en los territorios a intervenir, tanto en su etapa de concepción, desarrollo, implementación y operación. Reconocer la sostenibilidad social como un pilar fundamental para el diseño y operación de los proyectos, especialmente aquellos de ingeniería asociados a la construcción de infraestructura y sistemas productivos resulta de gran relevancia. Esta dimensión de los proyectos es hoy en día reconocida como uno de los desafíos más importantes que enfrentan estos sectores. Este es sólo un ejemplo entre múltiples razones por las que es necesario reformular nuestra estrategia de transformación en tres valores centrales interconectados: centrada en el ser humano, la sostenibilidad y la resiliencia.
El enfoque centrado en el ser humano pone las necesidades e intereses humanos fundamentales en el corazón del proceso de producción, cambiando el énfasis en tecnología por un enfoque centrado en el ser humano y centrado en la sociedad. Como resultado, los trabajadores de la industria desarrollarán nuevos roles como un cambio de valor de considerar a los trabajadores como “costo” a “inversión”. La tecnología es para servir a las personas y sociedades, lo que significa que la tecnología utilizada en la construcción se adapta a las necesidades y la diversidad de los trabajadores de la industria. Se debe crear un ambiente de trabajo seguro e inclusivo para priorizar la salud física, la salud mental y el bienestar y, en última instancia, salvaguardar los derechos fundamentales del trabajador, es decir, la autonomía, la dignidad humana y la intimidad.
Para que la industria respete los límites planetarios, debe ser sostenible. Necesita desarrollar procesos circulares que reutilicen, y reciclen los recursos naturales, reducir los residuos y el impacto en el medio ambiente y, en última instancia, conducir a una economía circular con mejores recursos, eficiencia y eficacia.
La resiliencia se refiere a la necesidad de desarrollar un mayor grado de robustez en la construcción, preparándola mejor contra interrupciones y asegurando que puede proporcionar y apoyar el desarrollo de infraestructura crítica en tiempos de crisis. La construcción del futuro debe ser lo suficientemente resistente para navegar rápidamente los cambios (geo-) políticos y las emergencias naturales.
Por Paola Molina y Felipe Ossio, Subcomité de Economía Circular del Instituto de la Construcción.
Todos ya hemos percibido el innegable cambio climático que nos afecta y hemos podido vislumbrar como no solo deberemos trabajar desde todos los sectores de desarrollo en mitigar sus consecuencias, sino también en planificar y desarrollar la adaptación para generar un futuro posible a través de un desarrollo sostenible en que sea viable una sana convivencia entre el ser humano y el medio ambiente que lo rodea de manera que se facilite nuestra existencia.
Frente a estos y otros desafíos, el sector de la construcción tiene mucho que repensar, actuar y aportar.
De lo primero que debemos tomar conciencia es que no podemos seguir con el desarrollo de un modelo lineal, en que extraemos, procesamos, usamos, demolemos y por último botamos los desechos a un vertedero (ojalá legal). Esto no es viable en un sistema finito como nuestro planeta en que estamos agotando los recursos y afectando gravemente al ecosistema y su capacidad de regeneración, lo que ya nos comienza a afectar en el desarrollo de nuestro sector.
La solución está en un cambio de paradigma pasando de un modelo lineal a uno sistémico donde se mantienen los recursos circulando a su máximo valor el mayor tiempo posible.
Este cambio de paradigma no es solo una idea novedosa y creativa, sino que es una propuesta eficiente, rentable y realmente viable. El no comenzar a migrar a una transición hacia un modelo circular puede ser un costo muy alto para pagar en el futuro, no solo por el planeta sino también por la propia empresa u organización.
Al abordar la economía circular en su organización, esta le permitirá disminuir los costos de producción, permitiéndole acceder a nuevas fuentes de ingresos y generar nuevos modelos de negocio.
También le permitirá estar preparado frente a un inminente aumento futuro de la demanda y el consumo de recursos. La velocidad de aumento de la demanda y las frecuentes fluctuaciones de precio a corto plazo (del acero, por ejemplo), podrían llevar a precios más altos a largo plazo y a una mayor inseguridad del suministro. Esta pandemia nos dejó ver una pequeña ventana de lo que esto implica en el futuro.
El beneficio de la circularidad radica justamente en la seguridad mejorada del suministro de recursos y energía, permitiendo a las organizaciones una resiliencia mayor en momentos de crisis.
Además de lo anterior, la economía circular genera:
Como se aprecia, la economía circular en el sector construcción tiene un gran potencial; a lo anterior además debemos agregar que según proyecciones de Global Status Report (GABC) el parque construido a nivel mundial se duplicará al 2060, por lo que hay una gran responsabilidad del sector de asumir estos desafíos a la brevedad, para minimizar los impactos de la construcción.
La economía circular ya comenzó a desarrollarse en nuestro país y cada uno debe sumarse y empezar, preguntándose ¿cómo podríamos hacer hoy más circulares nuestras empresas, diseños y construcciones?
Por Mónica Álvarez de Oro, presidenta de la Asociación de Oficinas de Arquitectos (AOA).
En marzo se cumplió un año desde que se detectó el primer caso de covid-19 en Chile, una pandemia que ha afectado nuestra forma de vivir, con cambios que serán permanentes en nuestros hogares, trabajos y ciudades.
Las viviendas se volvieron oficinas, colegios, comercios, además de acoger el diario vivir, mientras que a la luz de las cuarentenas, las ciudades se replegaron y vieron vacías sus calles.
A futuro, las urbes se proyectarán diferentes, con más espacios públicos, mejor transporte y viviendas más amplias. El teletrabajo ha promovido la migración hacia lugares menos poblados, que permitan contactar con la naturaleza; las dimensiones de las oficinas se han reducido y la tendencia indica que serán cada día más eficientes, ya que el trabajo será flexible y los horarios, escalonados. La ciudad ya no será como antes y será nuestro trabajo aprender de lo que la pandemia ha dejado.
Arquitectura chilena hacia el mundo
Durante la crisis, las tecnologías han ayudado trabajar en forma remota, optimizando el tiempo y los recursos, haciendo más competitiva nuestra labor. Las fronteras se han difuminado y es más sencillo generar asociaciones estratégicas con oficinas en otros países. Ya no son necesarios los viajes, las reuniones presenciales o estar en otra región para poder exportar servicios profesionales.
La arquitectura chilena es exportable en su totalidad: es austera, racional, de gran belleza y elegancia, sin aspavientos ni elementos innecesarios.
El ser un país sísmico y con excelentes resultados en nuestra edificación para enfrentar terremotos, nos destaca a nivel mundial. Por otro lado, tenemos un territorio con una gran diversidad de climas y condiciones geográficas, por lo que entendemos y sabemos cómo enfrentar estos desafíos.
Chile es un mercado limitado para la arquitectura, por eso es importante buscar en el extranjero nuevos espacios, donde podamos llevar nuestra experiencia, generar nuevos ingresos y un nuevo y enriquecedor aprendizaje.
Cambios constitucionales
Para Chile y sus profesionales, el desafío no está solo en acoger esta nueva realidad. Con décadas proyectándose como un país seguro, políticamente estable, con gran desarrollo económico y atractivo para la inversión, desde el estallido social se ha hecho evidente una gran brecha social en la que es urgente trabajar.
Los grandes desafíos naturales y problemas sociales, deben ser resueltos de la misma forma responsable como desarrollamos nuestras políticas internas, sin caer en demagogias. Sin duda, la resiliencia es un atributo país.
Hoy se acerca el proceso constituyente y todos los profesionales estamos llamados a participar, formulando propuestas y visibilizando la relevancia de la arquitectura y el urbanismo en la calidad de vida de las personas.