Oriana Romano y las ciudades circulares: “Tenemos todos los elementos para entender que un futuro distinto en la ciudad es posible”

La coordinadora del Programa de Economía Circular en Ciudades y Regiones de la OCDE afirma que ante la urgencia del cambio climático, y la capacidad que tienen las personas y las empresas de adecuarse a los cambios -como quedó demostrado con la pandemia por Covid-19-, hoy es claro para gobiernos y empresas que no es posible volver al business as usual. Y esto aplica también para la organización y desarrollo de las ciudades, las que actúan como promotoras, facilitadoras y habilitadoras de la economía circular. Hoy estará presente en un seminario en Santiago para presentar los resultados de un estudio de la OCDE sobre el rol de las urbes en esta materia, qué avances existen y cuáles son las principales brechas y oportunidades para avanzar hacia las ciudades circulares.

En el último lustro, la economía circular ha logrado posicionarse con fuerza en la discusión global respecto del tipo de desarrollo económico que debemos seguir. Inicialmente, por la necesidad de disminuir la generación de gases de efecto invernadero frente a la emergencia climática y cómo un mecanismo para hacer frente a la enorme generación de residuos en el planeta. En forma más reciente, por el impacto de la pandemia de Covid-19 en la economía, el transporte y las cadenas de abastecimiento a nivel mundial. Pero poco se ha hablado hasta ahora de una implementación más integral de esta tendencia en el que quizás es el principal foco de emisiones y consumo de recursos: las ciudades. Y de cómo hacerlo.

“Todo el mundo habla de economía circular, pero cómo se muda este paradigma desde una gestión sostenible de los residuos a una visión holística y sistémica que la economía circular parece ofrecer, y cuál es el rol de las ciudades”, plantea Oriana Romano, coordinadora del Programa de Economía Circular en Ciudades y Regiones de la OCDE y quien será la oradora principal en el webinar “El potencial de la economía circular en la gestión territorial”, que se desarrolla hoy en Santiago y es organizado por Corfo, Sé Santiago, Amusa, Construye 2025 y la Facultad de Arquitectura de la PUCV.

Romano presentará los resultados de un reciente estudio de este organismo, “Economía Circular en Ciudades y Regiones”,  que estima que para 2050 el 55% de los 9 mil millones de habitantes que tendrá el planeta vivirá en ciudades, que implicará una mayor presión por recursos, infraestructura, servicios y vivienda, esto se incrementará. Y allí la economía circular aparece como una solución para un cambio sistémico, y también como un potencial de desarrollo económico.

Entre 2012 y 2018, el número de puestos de trabajo relacionados con la economía circular en la Unión Europea aumentó un 5% hasta alcanzar alrededor de 4 millones. El sistema circular tiene un potencial de crecimiento económico de hasta USD 4,5 billones para 2030, y podría tener un valor de hasta USD 700 mil millones en ahorros de materiales de bienes de consumo global.

Pero esto requerirá cambios que el estudio de la OCDE define como el marco de las 3P (“personas”, “políticas” y “lugares”). Este sostiene que la economía circular implica un cambio hacia vías de producción y consumo sostenibles, así como nuevos modelos de negocio y gobernanza (personas). También requiere un enfoque holístico y sistémico que atraviese las políticas sectoriales (políticas), y un enfoque funcional que vaya más allá de los límites administrativos de las ciudades y las vincule con su interior y áreas rurales para cerrar, estrechar y lentos circuitos en la escala correcta (lugares).

El informe incluye el trabajo con 51 ciudades de Europa, América, Oceanía y Asia para analizar sus avances en esta materia. ¿Por qué poner el foco en las ciudades? Porque los lugares donde las personas viven y trabajan, consumen y disponen, tienen un papel fundamental en la transición hacia una economía circular. “El enlace y la relación con las ciudades es inmediato”, dice Oriana Romano. Y no solo porque concentrarán a gran parte de la población.

“Las ciudades producen entre 70% y 80% de los gases de efecto invernadero, consumen dos tercios de la energía global, es donde la gente vive, trabaja, consume, y va a consumir aún más porque el PIB mundial se va a cuadruplicar en 2060 comparado con el nivel de 2011. Eso significa un PIB más alto, con una población que crece y que vive en ciudades, y que requiere agua, energía, vivienda, alimentos… por ejemplo, se proyecta que el consumo de agua en las ciudades va a crecer un 55% al año 2050. Esas son todas cosas que se tienen que tener en consideración, pero no solamente para un objetivo de cambio climático, sino también de economía.

¿Por qué es importante enfocarlo desde la economía?
Porque no hay ni un sector que no sea parte de un enfoque de economía circular. Qué significa esto en realidad: utilizar los recursos en forma inteligente, porque todas las actividades globales que tienen impactos locales utilizan recursos que son finitos. Entonces tienes que pensar cómo utilizarlos de manera inteligente, y si se utilizan recursos biodegradables, que se pueden devolver al ambiente, que lo hagan, porque así se crea una economía regenerativa.

“La colaboración, la reutilización, y pasar de la propiedad al uso, son tipos de negocios que se utilizan en la economía circular, y lo que una empresa puede hacer es entender cómo incorporar estas acciones para reducir el consumo de materiales, y de recursos como agua y energía. Y no solo dentro de su propia empresa, sino que se haga parte de una cadena de valor”.

¿Y cómo se está enfocando este desafío desde las urbes, qué encontraron al hacer el estudio?

Por parte de la ciudad hay distintos intereses para implementar la economía circular. Por la parte del cambio climático, hay ciudades que están preparando planes o acciones de carbono neutralidad, y ven a la economía circular como un medio para alcanzar este fin. Es algo que tiene mucho sentido, porque una buena parte de las emisiones de gases de efecto invernadero pertenecen a sectores como la construcción, por ejemplo. Entonces, toda la forma de trabajar con los materiales y hacer que se puedan utilizar lo más posible en el tiempo es algo que interesa mucho a las ciudades. También tienen roles y responsabilidades en sectores claves de la economía circular, como los servicios de agua, recolección de residuos, energía. Identificar cuáles son las sinergias entre esos sectores es muy importante, porque un output desde uno de estos sectores puede ser un input para otras cosas, sean actividades económicas o relacionadas a los servicios de electricidad o de agua potable.

¿Cómo puede la ciudad hacerse cargo de estos temas?

Mirando a distintos instrumentos. Por ejemplo, desarrollando nuevas capacidades o estableciendo presupuestos específicos para actividades de economía circular. Hacen muchos pilotos y experimentos también. El 84% de las ciudades que hemos entrevistado empiezan con proyectos piloto y luego buscan avanzar hacia escalas más grandes. Las ciudades tienen todas las capacidades para hacer esto. En la construcción hay edificios modulares que se pueden trasladar de un lado a otro de la ciudad, por ejemplo. O esta la capacidad de reutilizar, hay muchos edificios vacíos de propiedad de la ciudad, e investigar cómo reusarlos de manera inteligente en vez de construir otros nuevos es parte de sus recursos. También cómo evitar el desperdicio de los alimentos y cómo optimizar la cadena de abastecimiento con una mejor relación entre el área urbana y rural.

Ustedes proponen la creación de un marco de gobernanza basado en las 3P, que implica cambiar los modelos de consumo, de negocios y de gobierno. ¿Cómo se implementa?

Sí, las 3P buscan identificar toda esta complejidad de la economía circular con un enfoque sistémico. En lo que respecta a las personas, el mensaje es que la economía circular es una responsabilidad compartida entre varios -y distintos- actores. Nosotros como OCDE claro que trabajamos con gobiernos locales, regionales y nacionales, pero para apoyarlos en esta transición hacia la economía circular ponemos en marcha lo que llamamos diálogos políticos, que son procesos multi-actores; para implementar una estrategia de economía circular es necesario que las empresas entiendan qué es, cuales son los beneficios y también los costos, y también que la ciudadanía cambie también sus hábitos de consumo.

¿Cuáles son los cambios que tendrían que realizarse, y qué debieran hacer municipios y empresas para impulsarlos? Se propone avanzar hacia una economía de servicios, por ejemplo

En términos de negocios, en el ámbito de la economía circular hay muchas opciones. Una es -por ejemplo- pasar de la propiedad a la utilización, a los servicios. En ese sentido tiene mucha relación con la economía colaborativa, que permite el acceso a servicios de transporte, de electricidad. Hay distintos ejemplos en Amsterdam, Londres y París, que están un poco más avanzados en este sentido y que lo hacen. La ciudad, por ejemplo, puede alquilar productos que utilizan dentro de la municipalidad, o pueden reutilizar las cosas, como la ropa de trabajo o todo lo que se pueda reusar en vez de realizar una nueva compra pública. La colaboración, la reutilización, y pasar de la propiedad al uso, son tipos de negocios que se utilizan en la economía circular, y lo que una empresa puede hacer es entender cómo poner dentro de su cadena de valor ese tipo de acciones para la reducción del consumo de materiales, y hacer más eficiente la utilización de recursos como agua y energía. Y que esto no solo sea dentro de su propia empresa, sino que se haga parte de una cadena de valor.

En esto hay un papel importante de los ciudadanos también, de cambiar hábitos de consumo

Hay una manera, decimos, de enfrentarse a la reutilización de los productos. Por ejemplo, en países de Europa se utilizan mucho los productos de segunda mano, es una manera de contribuir a este cambio de cultura hacia una economía circular; pero no es algo que necesariamente todos entienden, porque hay también una falta de confianza en este tipo de productos. Entonces en algunos países, como en Escocia, se establece una certificación sobre la calidad de este tipo de productos, para que los consumidores sepan que lo que están reutilizando tiene todas las características de un producto nuevo. Sí, las personas tienen un rol importante en la implementación, porque la economía circular es una responsabilidad compartida.

“En la mayoría de las municipalidades -o a nivel de gobierno también- la economía circular está en un departamento de medio ambiente. Pero no es necesariamente así, se necesita una coordinación entre distintos departamentos para que los principios de economía circular sean parte de una manera de trabajar y de pensar nuevas políticas”

Los gobiernos locales tienen un rol fundamental en la implementación de la economía circular, destacan en el estudio, principalmente por la creación de políticas, y su capacidad de innovación y de acción.

Sí, tienen un rol fundamental. La política es importante, pero cuando hablamos de política hablamos de sinergias entre sectores. Ahora mismo, en la mayoría de las municipalidades -o a nivel de gobierno también- la economía circular es algo que se lleva a cabo dentro de un departamento de medio ambiente. Pero no es necesariamente así, se necesita una coordinación entre distintos departamentos para que los principios de economía circular sean parte de una manera de trabajar y de pensar nuevas políticas. Hay mucho más que hacer en una fase aguas arriba para, por ejemplo, reducir la producción de residuos en varios sectores y no solamente al final, cuando el residuo ya se ha producido. Es por eso que la economía circular se confunde muchas veces con reciclaje, y no es solamente eso. Y luego, es importante verificar que esta coordinación no es solamente a nivel de límite administrativo de la ciudad. Por ejemplo, en el ámbito de los alimentos, es importante la relación con sus áreas rurales, que es dónde se producen.

Y tienen también un rol importante como promotores, como facilitadores, tienen que poner en marcha las dimensiones de gobernanza que llegan a esto. En este informe que acabamos de publicar hemos preguntado a las 51 ciudades cuáles son los obstáculos que enfrentan en este momento de transición y qué tienen implementado en economía circular: el 10% está en un nivel avanzado, el 37% tiene algunas iniciativas, pero los demás no, son los que recién están empezando. Y es entonces cuando se preguntan qué tienen que hacer y cuáles son los obstáculos.

Y ahí la principal brecha que aparece mencionada por las ciudades es la falta de financiamiento para desarrollar iniciativas circulares.

Sí, pero ahí el dato fundamental que nos ha llamado la atención es que el último de los obstáculos es la falta de soluciones técnicas. O sea, saben cómo reutilizar, cómo pasar de la propiedad a los servicios, o reciclar. El problema, para el 73% de quienes han contestado esta encuesta, es el financiamiento. Esto es importante, porque no encuentran financiamiento adecuado para la ambición de los proyectos, entonces al final se quedan en proyectos pequeños, con ambición pequeña, para enfrentar un riesgo que es muy grande. Sobre todo si hablamos de experiencias piloto y de experimentación, al final hay proyectos que tienen un fondo inicial de uno o dos años y luego no saben cómo seguir. En la mayoría de las ciudades que hemos entrevistado no hay un presupuesto específico para al economía circular -en menos del 30% lo hay-, entonces el tema del financiamiento sí es importante.

El segundo punto es la reglamentación, porque la regulación a veces no acompaña esta necesidad de innovación. Hay algunas ciudades donde los estándares para construir de manera circular, por ejemplo reutilizando materiales o implementando eficiencia en su uso, no es coherente con una planificación estratégica del territorio. O no se entiende qué tipo de residuos se pueden reutilizar, porque si algo está definido como residuo se entiende que no se puede volver a usar porque no es compatible con estándares sanitarios o ambientales. Esto es importante de aclarar, cómo la reglamentación puede ayudar a esta innovación.

Para la mayoría de las ciudades, la necesidad de adoptar la economía circular tiene su fundamento en el riesgo frente al cambio climático. ¿Como puede la economía circular ayudar a enfrentar esta amenaza?

Uno de los principales enfoques de las ciudades es el cambio climático, sí, pero también el crecimiento económico y la posibilidad de crear puestos de trabajo. Eso es algo importante, porque la economía circular, a diferencia de una economía lineal que se basa principalmente en la extracción y la industria manufacturera, es una actividad intensiva en empleos. Labores como la remanufactura o reutilización necesitan nuevos trabajadores, y hay estadísticas que prueban estos efectos positivos. En términos de resiliencia frente al cambio climático, hay proyecciones en ciudades como Londres, Amsterdam y en Escocia donde se estudia que la reducción en el uso de materias primas vírgenes para el sector de la construcción puede reducir hasta 11 millones de toneladas de carbono al año hacia 2050. Si vemos distintos sectores, hay distintas estadísticas que prueban cómo la economía circular puede contribuir de manera concreta a los objetivos de reducción de emisiones reutilizando de manera inteligente los materiales y los recursos.

“Tenemos que pensar la ciudad del futuro que reutiliza más, que contribuye a una agricultura urbana que no es necesariamente para hacer frente a una demanda creciente de alimentos, es una manera también de capturar emisiones. Es entender qué tipo de energía se puede utilizar, cómo se consume el agua, cómo se pueden evitar o distribuir los residuos. Hay todo un sistema que se puede poner en marcha”

El sector energía aparece aquí como un sector relevante en términos de mitigación

Hay una parte importante de sectores que pueden contribuir al cambio climático y a lograr los ODS en términos de reducción de emisiones que derivan de los cambios en cuanto a producción y en cuanto a consumo. Mantener estos materiales y productos en uso el mayor tiempo posible ha demostrado que logra objetivos en cuanto a la reducción de emisiones. Entonces, una parte sí se puede lograr con la utilización de energía renovables, pero tenemos que ver también el rol de la reutilización de los materiales, esto es una parte fundamental. Hay soluciones de electrificación, como el smart grid -red eléctrica inteligente-, pero depende de cada ciudad, no hay una solución única para todas las ciudades. Hay ciudades que están privilegiando hoy un transporte en bicicleta, por ejemplo, que puede ser bueno desde un punto de vista ambiental pero no necesariamente desde el punto de vista de la inclusividad, porque hay una buena parte de la población que no puede moverse dentro de la ciudad en bicicleta, o vive lejos de su trabajo, dónde la vivienda cuesta menos. Siempre es una relación entre los objetivos ambientales, sociales y de crecimiento económico. No hay una respuesta específica, la concepción de estas políticas requiere de una respuesta compartida con las distintas partes interesadas, para que la ciudad sepa cuál puede ser la solución más adecuada para lograr los objetivos de economía circular, entender cómo beneficiar a la población y cuál es el rol de las actividades económicas de las empresas en el ciclo de producción de los residuos.

Lo que se plantea en el informe, en definitiva, es que esto requiere un cambio sistémico en las ciudades. ¿Cómo hacerlo, además, en un contexto post Covid?

Esta es la pregunta del momento. El Covid claramente ha sido algo que nos ha golpeado a todo el mundo, pero también ha sido una manera de decir ‘no podemos volver al business as usual’. Hemos visto que en las ciudades han caído las emisiones de gases de efecto invernadero, se ha utilizado otro tipo de transportes, hemos pensado dos o tres veces más si comprar algo, hemos pensado qué se puede utilizar más en casa. Y también a nivel de empresas, muchas han cambiado la manera de producir y también han cambiado los productos. Entonces, de una situación de crisis quizás podemos sacar, por lo menos, primero una mayor conciencia de cuáles son las oportunidades dentro de una ciudad en términos de la producción y consumo de todo lo que pensamos es indispensable, y quizás no lo es. Y segundo, entender cuáles son los medios para innovar. El Covid, en este sentido de producción de geles, mascarillas y otros productos necesarios para esta crisis, ha cambiado totalmente la manera de producirlos, por ejemplo.

En cuanto a la economía circular, tenemos que pensar la ciudad del futuro que reutiliza más, que contribuye a una agricultura urbana que no es necesariamente para hacer frente a una demanda creciente de alimentos, es una manera también de capturar emisiones. Es una manera de entender qué tipo de energía se puede utilizar, cómo se consume el agua, cómo se pueden evitar o distribuir los residuos. Hay todo un sistema que se puede poner en marcha. Ante la urgencia del cambio climático, y la capacidad que tienen las personas y las empresas de adecuarse a los cambios -como ha ocurrido con el Covid-, tenemos todos los elementos para entender que un futuro distinto en la ciudad es posible, y que no vamos a volver al business as usual queda claro para los gobiernos y también para las empresas innovadoras, que han tenido un rol fundamental en esta pandemia.

 

Fuente: País Circular

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